Sobre la aberración política no hay mucho para decir que cualquiera con dos dedos de frente puede desconocer.
Cada uno de los derechos que tenemos como ciudadanos no fueron una graciosa concesión de Dios sabe quien, sino producto de la protesta social y criminalizarla es una brutal restricción de las libertades democráticas.
El repudio de esta práctica creo que no debería estar atado a la simpatía, adhesión o comunión ideológica (o lo contrario), con quien es víctima de esta violación, dado que el derecho a la protesta social es inalienable independientemente de quien lo ejerza.
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